En un entrelazado de líneas del destino y hilos de la ancestralidad, encontré mi vocación en las tramas del tejido. Brasileña de nacimiento, llevo en mi sangre la rica herencia árabe de mi abuela, una mujer de sueños y arte. Aunque partió en el año de mi nacimiento, me dejó un legado inestimable: una colección de tapices que son ventanas a su alma. Fue a través de estos tejidos, cargados de historias y sabiduría, que sentí el llamado de mis raíces maternas. Mi camino como tejedora comenzó hace apenas un año y medio, pero cada entrelazado de hilos es un diálogo con el pasado y un abrazo a mi identidad. En las clases regulares de tejido, cada nudo que ato es un paso más cerca de la abuela que nunca conocí. Y en la residencia artística en Suecia, el año pasado, expandí mis fronteras, tejiendo no solo hilos, sino también conexiones culturales y personales. Hoy, cada pieza que creo es un pedazo de mí, una narrativa tejida que une pasado, presente y futuro. En cada trabajo, busco no solo la belleza estética, sino también la expresión del alma, la voz silenciosa de las generaciones que me precedieron. El tejido es más que un arte para mí; es un puente entre generaciones, un encuentro sagrado con la herencia que mi abuela me dejó.
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